jueves, 10 de julio de 2014

Canto finito



Creerán
en la hazaña
definitiva, en la gloria
de la estatua marmórea y fiel
a la que adorar con el recuerdo enaltecido.

Serán
devotos píos
de la última memoria
y la muerte última del fracaso
travestido en la celebración del dolor.

Verán
ojos sin vida
el tétrico camino
de quien pudo y no fue
de quien quiso ya fenecido
la meta reducida a un final temprano.

Darán palabras
nuevas que nombren
presentes y cartones sin color
y frutos descompuestos con gusanos
dueños y señores de las entrañas del cementerio.

Venderán tragedias
de sangre y de sangre negra
y comedias venderán como huérfanas
de la risa bajo el sol de los días del más blanco
de los hielos, los que se agrietan sobre las pieles decadentes.

Cambiarán voces por silencio
en las calles de siempre ahora abandonadas,
en las avenidas sin eco de gentío, en plazoletas
festoneadas de raíces cadavéricas en los parterres
y sólo aire silente en un caos de ausencias en el largo día.

Aplaudirán el canto finito
mientras beban la cicuta del trueque
y mientras crean que es posible lo respirable
en la resignación de estas últimas noches de calor
en que la luna ya no se encuentra y las estrellas colapsan.

Yacerán todos felices e ignorantes los danzantes
que vivieron sin poemas en las tripas, que cantaron
sin haber aprendido la canción y que nunca miraron
otros ojos que miraban el olor de otras pieles, que vestían
criaturas semejantes, con rojos y magníficos labios que besaban,
al ritmo de una hermosísima canción, el borde de una copa con la última gota de vino].



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