jueves, 12 de junio de 2014

Tarde de levante en La Isla




Tarde de levante en La Isla. Calles aulladoras que someten a sus caminantes. Granos expeditivos de arena amarilla alzan su vuelo desde Camposoto y recorren la Ronda del Estero hasta asentarse en el asfalto concurrido por coches con las ventanillas cerradas. Las ruedas audaces de las motocicletas pasan veloces apisonando los granos y todo es lo mismo. Se altera el orden de los arbustos que ocultan la guarida de los supervivientes roedores. Veredas que serpentean entre viejas salinas se divisan lejanas y polvorientas y todavía hay quienes las caminan. El pesimismo acepta la victoria de la luz. Conexiones neuronales entre axones y dendritas que acaban en suspiros y caladas y humo de cigarrillos. Antes de la noche la tarde de levante en La Isla se adhiere a los huesos. En las plazoletas los niños juegan porque para ellos es lo mismo. Las partículas subatómicas que forman los quarks que forman los neutrones y protones en el núcleo de los átomos, también juegan, porque para ellos es lo mismo. Y las guerras continúan atronadoramente silenciosas para nosotros en esta tarde de levante en La Isla. Calichas que se violentan en fachadas que ocultan vidas a los ojos del curioso. Las persianas que caen estruendosas. Una pareja hace el amor en una pompa de humedad tras una de esas persianas en algún punto entre La Casería y El Cerro. Un recién nacido lanza su llanto profundo como el llanto de este mismo planeta desde una cuna en un cuarto piso de La Ardila. Por las calles el viento empuja latas solitarias que alguien pateará cuatro veces entre hoy y mañana. Todo es posible. Hasta que nos encontremos de forma fortuita y tú te tengas que marchar y yo me tenga que marchar, es posible. Y es posible que haya quien discuta sobre la esperanza aunque sepa que después de todo, todo es lo mismo. Seguimos escribiendo la Historia en estas tardes de levante en La Isla. Muy lejos de esta tarde de levante en La Isla una estrella ha consumido todo su hidrógeno, liberado en gas de helio y la vida se le escapa, y la gravedad provoca el colapso brutal que hará de ella un enorme y monstruoso agujero negro como el del corazón de algunos seres humanos. Nada podrá salvarse a su alrededor, no hay esperanza más allá de la singularidad. Y eso también ocurre en la tarde de levante en La Isla. La tarde en la que las calles aulladoras someten a sus caminantes.

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